Arándanos para atrapar el paladar Chino

noticia9

Argentina cultiva arándanos desde hace 30 años. Primero para repostería y mermeladas. Pero es en 2000 cuando la producción despega en Salto Grande. Y se consolida en el norte de la provincia de Buenos Aires, entre Zárate y Lima, también en Concordia (Entre Ríos), Tucumán, San Luis y en la Patagonia. 

“El arándano argentino nació para exportar en contraestación. Del 90% que va al exterior, el 65% sale para Estados Unidos, el 30% a Europa y el resto a Asia. Y estamos muy entusiasmados porque este año esperamos la apertura del mercado chino. Lo que queda va al mercado interno”, afirma Alejandro Pannunzio, presidente de la Asociación de Productores de Arándanos de la República Argentina (Apama). La última exportación de arándanos alcanzó las 17 mil toneladas. La mitad provenía de Entre Ríos y Corrientes.
Asociado a la vida sana, y originario de los sotobosques de Estados Unidos, el arándano azul es fundamental para la salud del sistema urinario. Se consume fresco, en jugo, mermelada o salsas varias como chutneys, por ejemplo. Deliciosos con ricota o quesos frescos, los arándanos refuerzan el sistema inmunitario, mejoran la circulación y protegen contra el cáncer de colon. Estados Unidos y Canadá son los mayores productores y consumidores.

Arándano es una palabra que viene del celta. “Aran” quiere decir arbusto espinoso. Los frutos, que nacen en racimos, son blancos al principio y a medida que maduran se vuelven azules.

Los pueblos originarios reverenciaron el arándano que crecía de manera salvaje en el nordeste de Estados Unidos. Decían que el Gran Espíritu había enviado “bayas estelares” para sanar a los enfermos. La creencia se basaba en que tienen una estrella de cinco puntas en los extremos. Con arándanos los nativos aliviaron hambrunas y se sirvieron de la tinta para teñir telas y cestos con ese azul rojizo que los caracteriza. Secos, los agregaban a guisos y carnes.

En 1620, cuando los padres peregrinos ingleses llegaron a Plymouth (EE.UU.), la tribu de los Wampanoag les enseñó a plantar y cosechar plantas nativas. Los arándanos eran uno de los productos básicos que los colonos aprendieron a secar al sol y almacenar para el invierno; se convirtieron así en una fuente importante de alimento. El jugo de arándanos alimentó a los soldados durante la Guerra de Secesión (1861/65).

“En Argentina la promoción de la demanda de arándanos está muy ligada a los niños. Traccionan el consumo porque son frutos dulces y muy fáciles de comer”, comenta Pannunzio, también profesor titular de la cátedra de Riego de la Facultad de Agronomía de la UBA.

“Nuestro arándano tiene enormes ventajas agroecológicas gracias al clima, a la textura arenosa de los suelos y a la excelente calidad y abundancia del agua. Regamos por goteo. Protegemos los cultivos con sistemas de aspersión antiheladas para que las bajas temperaturas no dañen flores y frutos de primicia. El resultado es un sabor delicioso”, afirma Pannunzio, que eligió hacer arándanos en Concordia por el gran potencial de la zona. Permite producir de julio a diciembre y cubrir así los mercados interno y externo.

La mayor cantidad de tierra cultivada con arándanos alcanzó las 4.700 hectáreas en 2008, “que se redujeron a 2.500 en 2016 por falta de rentabilidad”, agrega Pannunzio. Hoy en el país hay 1.100 hectáreas en Concordia y 1.100 en Tucumán. El resto se reparte entre Buenos Aires, San Luis, Esquel y El Bolsón. Las plantaciones tienen un promedio de 18 hectáreas. Es clave la integración vertical. Los productores de punta son también empacadores, hacen tratamientos especiales para el ingreso a Estados Unidos, tienen túneles de frío para llevar rápido la fruta a 0º y una excelente logística para que la fruta no pierda su cadena de frío”, señala el especialista.

La cosecha es con mano de obra intensiva. Se impone la delicadeza porque cada fruto pesa dos gramos. Un 65% de las cosecheras son mujeres, porcentaje que aumenta a 90% en las áreas de empaque. La producción de arándanos emplea durante todo el año un trabajador fijo por cada cuatro hectáreas plantadas, y 25.000 cosecheros entre julio y diciembre.

Pero los tiempos no son tan buenos. “Hay que promover una política de industrialización. Para la parte que se destina a la industria nuestros costos no son competitivos con China y Estados Unidos. ¡Basta de parches! Si queremos desarrollar las economías regionales hay que hacer leyes nuevas en materia impositiva, de promoción y de contratación de mano de obra”, propone Pannunzio, que destaca los beneficios que obtuvo el sector con la quita de retenciones, la pronta devolución del IVA y los reintegros de las exportaciones que promovió el gobierno del presidente Mauricio Macri.
“Son imprescindibles acuerdos de libre comercio con los países de destino para evitar el pago de tributos. Si seguimos así, desapareceremos del mercado”, previene.

Además, la competitividad de Perú provocó entre 2016 y 2017 la pérdida de un 15% de la superficie productiva en Concordia. Fueron alrededor de dos millones de kilos de arándanos que quedaron sin cosechar. La misma Apama dijo que ha sido “el mayor estancamiento tras años de crecimiento”.

Fuente: TELAM
Por María Josefina Cerutti